Ya está la tercera parte de Susurros de Adviento, el cual finaliza en la cuarta entrega. Espero que os guste la lectura:
3
Noche de luces
Había llegado el día y tal como prometió, Clay,
junto a Soo, abandonaron la vivienda a primera hora. Nathair y Xin se habían
marchado para ir en busca de Nicholas, Jake, Krista y Dilan, mientras que los demás
permanecían en la casa.
Aileen y Niara estaban en el salón, frente a una
pequeña mesa. En ella había una bandeja con algunos dulces y bombones, que las
chicas probaron con disimulo para después reír.
En cambio Kun y Kirsten estaban en la planta
superior, comprobando que las habitaciones estuvieran listas para recibir a sus
invitados. Alarmados corrieron a la planta inferior al ver varios destellos azules.
Cuál fue su sorpresa al detectar entre las luces que un dragón y una serpiente
azules se dibujaban en el suelo: Nathair y Xin habían utilizado el medio del
viaje para ir a Alaska y traer consigo a sus invitados, corroboraron al ver a Nicholas,
Krista, Dilan y Jake con ellos cuando los haces desaparecieron.
—¡Xin! —protestó Kun—. ¿Cómo se te ocurre hacer
algo así? Se supone que iríais a recogerlo al aeropuerto, que utilizaríamos
medios normales para viajar, no mágicos.
—Pues yo te agradezco que me hayas librado de
horas en un avión enlatado con más de cien personas —interrumpió Jake.
—Y nosotras —intervino Krista—. Viajar en Navidad
es una completa pesadilla.
—¿Y tú no tienes nada que decir? —preguntó Kun
mirando a Nathair.
—Sabes que siempre me dejo arrastrar por Xin y
además, quién se iba a dar cuenta. Vale que debemos tener cuidado, pero un
viajecito no es grave.
—Ha sido muy difícil mentir todo este tiempo —confesó
Nick dando una palmada en el hombro a Kun—. Pero tranquilo, si Clay se pone
furioso me sacrificaré por la causa para que todo el enfado no caiga sobre ti.
—El pobre Nathair ha sido quien lo ha llevado peor
—confesó Dilan—. No le gusta nada guardar secretos y te ha estado evitando
durante las últimas semanas porque temía que si lo mirabas a los ojos, pudieras
descubrir que te ocultaba algo.
—Pero no te angusties por él —intervino Xin.
Llevaba una bandeja con algunos chupitos en ella que comenzó a servir a sus
invitados—. Yo me encargué de distraerlo.
—Y nosotras —confesó Aileen mientras se señalaba a
ella y a Niara—. Tuvimos que lidiar con su remordimiento por tener un secreto.
—En la próxima ocasión no podemos meter al
tirillas en esto —dijo Jake, rodeando a Nathair por los hombros—. Es demasiado
santurrón para ocultarle algo a su hermano mayor.
—Y me hubiera gustado excluirlo —admitió Xin—.
Pero para traeros a todos necesitaba ayuda y contigo no podía contar —confesó
mirando a Kun—. Aunque estés cambiando y relajándote, tu incorregible forma de
ser y de hacerlo todo a lo corrección aún te puede.
—Lo importante es que volvemos a estar todos
juntos —interrumpió Kirsten—. El cómo no importa. Coincido con ellos, no creo
que un viaje tenga consecuencias y si fuera así, ya lo solucionares.
—¡Más vale pedir perdón que permiso! —dijo Xin
dando por terminada la conversación.
En ese instante un destello los cegó a todos al
crearse un vórtice dorado. Una vez desapareció vieron a Hunter y Travis, con
quienes ya coincidieron en las anteriores Navidades e iban acompañados de Aidíth
y Jay, aunque en su mente y gracias al poder de La Creadora, no tardaron en
conocer todos los detalles de ellos, la guerra en Isleen y el papel que habían
jugado.
Tras darse la bienvenida y dejar que los invitados
descansasen en sus habitaciones, no volvieron a reunirse hasta horas después,
cuando había llegado la hora de comenzar a preparar la cena.
Otro año más a Travis le extrañaba las costumbres
de aquel lugar. De nuevo la gran mayoría de los hombres volvían a ocupar la
cocina, encargándose de la comida, mientras que las chicas estaban en el salón,
encargándose de la mesa y otros quehaceres.
—Sigue siendo un misterio para mí —añadió mientras
bebía de la copa de vino que se había servido—. Todos nosotros aquí, ni una
sola mujer en la cocina…
—Ya te dijimos que los roles se han intercambiado —le
recordó Kun—. Ya no hay actividades dedicadas a hombres o mujeres, todos pueden
hacer de todo.
—No sé de qué te quejas —murmuró Hunter, que
estaba pelando patatas—. Ni que no hubieras pasado tiempo en los fogones desde
la apertura de la academia.
—¿Qué queréis que haga? —preguntó Jay al entrar en
la cocina.
—Llévate esto —dijo Nicholas, dejando sobre sus
brazos una bandeja.
—Quien diría que podríais estar en una habitación
sin querer mataros —añadió Xin, que al igual que Travis llevaba una copa en la
mano y se dirigía a Hunter y Travis—. En las anteriores Navidades, si las
miradas matasen, os hubierais torturado mutuamente.
—Ya, culpa mía —confesó Travis—. ¡Me tiré a su
prometida! Y también me líe con otra chica con la que yacía, creo que en
realidad ella se llegó a acostar con los dos al mismo tiempo. Y ahora su mujer…
—Aidíth te la cortaría antes de permitirte a
acercarte a ella —gruñó Hunter, enfadado—. Ni se te ocurra hablar de ella.
—Tranquilo, cazador, iba a hablar bien del
cervatillo. Te es completamente fiel y sí, me torturaría antes de permitir ser
tocada por mí o cualquier otro, no le es muy grato el contacto físico.
—¡Las mujeres siempre dan problemas! —concluyó Xin—.
La novia de mi hermano también nos dio algún que otro quebradero de cabeza.
—Todo fue cosa tuya —replicó Kun—. Te empeñaste en
buscar una traición cuando no era así y dudo que alguna vez te hubieras
enamorado de Kirsten. Sois como el día y la noche.
—Creo que tienes razón y no estuve enamorado de
ella. Sigo pensando que era por el fuego. No me dirás que no fue raro que tanto
Nathair como yo nos quedásemos colgado de ella. Debía ser por su magia y nos
entraba tal calentón que nos cegaba, ¿a vosotros nos ha pasado algo similar? —preguntó
mirando a Nick y Jake—. Nunca hemos llegado a
corroborar esta teoría y si realmente la magia que Kirsten emana inconscientemente
nos pone.
—Hmm…—susurró Nicholas en el momento en el que
Krista y Dilan entraban en la cocina—. Veo que no has cambiado nada y que
sigues tan inoportuno como siempre.
—Cómo vamos a responder a eso con nuestras novias
delante —protestó Jake—. Y con tu hermano, ¿a quién le gustará saber si otro
hombre se excita con su novia? Desde luego a mí no.
—¡Vale ya con el tema! —gruñó Kirsten enfadada—.
Esa teoría es absurda. Ni tú ni Nathair os quedasteis colgados de mí, solo
erais unos adolescentes hormonados que pensabais todo el tiempo con la
entrepierna. Basta ya, Xin, deja el tema y la bebida, ya comienza a hacerte
efecto y ni siquiera hemos llegado a la noche —ordenó enfadada y tras soltar un
suspiro, se dirigió a Kun—. Nos hace falta leña, voy con Aidíth a la cabaña del
bosque a por más.
—Voy con vosotras…
—No, deja que Jay vaya con ellas —intervino Travis—.
Esa teoría del calor me parece interesante, quiero poner a prueba a mi hermano.
La verdad es que no le vendría mal ver alguna de tus impresionantes llamaradas,
puede que así se calmase un poco y se mantendría alejado de las mujeres un
tiempo…
Al decir esto la copa que Travis tenía en su mano prendió
y estalló en pedazos, ganándose una mirada de desprecio de la chica, que en
compañía de Aidíth y Jay salieron de la vivienda.
—Olvidé comentar que tiene muy mal genio —admitió
Xin, tendiéndole un trapo para que se secara las manos.
Travis gruñó mientras le lanzaba una mirada de
desaprobación.
En el exterior, Kirsten, Aidíth y Jay caminaban
por el bosque, por un sendero iluminado por luces de Navidad que daban luz a la
noche. Las chicas hablaban sobre lo diferente que eran las vidas en sus
diferentes mundos, hasta que Jay las interrumpió.
—Kirsten…—susurró apenado—. Cuando llegamos a tu
casa esa luz me trasmitió todo lo que vosotros habéis vivido y vi a tu padre…
Juraknar y todo lo que hizo y lo que sufriste también por él…yo… me preguntaba
si lograste olvidarlo, ser feliz.
—Afortunadamente eso ya pasó y gracias a las
personas que me rodean todo ha sido más fácil. Que Clay me adoptase fue muy
importante para mí. El amor incondicional de Kun, el apoyo de Xin, a pesar de
que hayáis visto que es idiota y tener amigos como Aileen, Nathair y Niara,
todo ayudó. No te puedo mentir, siempre queda algo, pero con el tiempo se
entierra cada vez más, hasta que ni te acuerdas —admitió y miró a Aidíth, con
quien ya había hablado a solas sobre lo sucedido a Dion—. Sé lo que le ha
pasado a tu hermano y conozco vuestra historia. Puede que os pueda ayudar… es
solo una idea, pero Dion no debería tener en su mente un recuerdo tan atroz
como ese, ¡deberíamos eliminarlo!
—¿Puedes hacer eso? —preguntó Jay emocionado—.
¿Cómo si nunca hubiera pasado? Eso sería estupendo. Estoy seguro de que Travis
y Declan también lo aprobarán. Las pesadillas estaban dejando de perturbar a mi
hermano, era como un niño más, ya casi había olvidado a nuestro padre… pero
ahora todo ha vuelto.
—¡Voy a hacer una llamada! —añadió Kirsten y tras
tomar su teléfono móvil, se apartó. Aunque Clay estaba desarrollando nuevas
habilidades, entre ellas la de manipular la mente, aún era muy inexperto y por
esa razón estaba llamando a Aria, una bruja a la que conocieron en su última lucha.
—Si lo hacen, Aidíth, si consiguen que Dion
olvide, ¿cómo podremos darle las gracias? ¿Qué podré hacer para demostrarle lo
agradecido que les estoy?
—Encontraremos una manera, pero estoy segura de
que lo saben.
Ambos se interrumpieron cuando Kirsten se reunió
con ellos.
—Buenas noticias. Aria, una excepcional bruja,
está trabajando en ello. Mañana a primera hora tendréis lista la pócima para
dársela a Dion y que olvide lo sucedido durante los cuatro últimos días.
Jay saltó emocionado y con lágrimas contenidas
tomó las manos de Kirsten y se arrodilló frente a ella.
—Muchas, muchas gracias. ¿Dime qué tengo qué hacer
para pagaros por ello?
—Nada, Jay —susurró agachándose frente a él—. No
tienes que hacer nada. Es lo que hacemos en Navidad, dar regalos para arrancar
sonrisas a otros y verte sonreír por primera vez en todo el día, es un gran
regalo.
Jay asintió emocionado y tras recoger algo de leña
junto a las chicas, regresaron a la vivienda. La hora de la cena estaba lista,
todo estaba en orden, pero antes de cenar, Kun, Kirsten, Hunter, Aidíth y
Travis se reunieron en el estudio, donde las chicas les pusieron al día y
Kirsten dio detalles sobre la conversación mantenida con Aria y que a primera
hora la bruja estaría allí con varios botellines con el contenido.
—Gracias —añadió Travis—. Que mi hermano pueda
olvidar algo tan atroz es… no tengo palabras, de verdad, muchas gracias.
—Yo…—susurró Kirsten—. Quizás te parezca impertinente
opinar por mi parte, pero creo que no solo a Dion deberías darle la pócima de
olvido, sino también a Jay… he visto todo lo que ha sufrido estos años, lo que
vuestro padre le hizo, las palizas que le dio y he sentido lo culpable que se
sentía tras la muerte de Lloyd, ¿por qué no le ahorras sufrimiento? ¿Por qué no
le borras el recuerdo de estos días, de ver a ese monstruo adquirir el aspecto
de su hermano fallecido y atacar a Dion? Yo… también he vivido malos momentos —confesó
con la cabeza baja, buscando la mano de Kun, hasta que la encontró y él la
estrechó con fuerza—. Pero todos a una edad más mayor, no desde tan niña, y
aunque hay experiencias que me gustaría eliminar de mi mente, me han ayudado a
cambiar, crecer y convertirme en la persona que soy, pero de qué le servirá a
Jay volver a sentirse tan impotente como antes de que tú y Declan entraríais en
su vida.
—Sé que esta decisión la debes tomar junto a
Declan —añadió Hunter—, pero coincido con Kirsten. Es muy triste volver a ver a
Jay tan deprimido.
Travis asintió.
—Sí, lo haremos, pero no se lo diré a Jay. Se
negará a que eliminamos sus recuerdos. Cuento contigo, cazador.
—Cuando quieras hacerlo, solo debes hacerme una
señal.
Tras el encuentro volvieron al salón y cenaron.
Contaron anécdotas, rieron y pasaron un gran momento, para más tarde ir
esparciéndose. Nathair y Aileen fueron de los primeros en regresar a sus
dormitorios, lo mismo que Jay, que agotado, pero feliz, sabía que esa noche
sería capaz de conciliar el sueño. Nicholas y Dilan también se habían marchado
a sus estancias.
Esparcidos por el salón estaban los demás. Hunter
y Kun hablaban a solas mientras compartían anécdotas y el Dra´hi le mostraba al
cazador su poder de control sobre el agua.
Jake y Krista permanecían abrazados frente al
fuego, tapados con una manta, mientras disfrutaban de una copa de vino.
Apartados, sentado el uno frente al otro, con una
botella y dos pequeño vasos, Travis y Xin jugaban al “Yo nunca…” y terminaban
la frase con algo que nunca habían hecho y bebían si era así.
Niara, Aidíth y Kirsten permanecían en el salón,
en el sofá, donde Aidíth les informaba sobre el mundo de Isleen, sus historias
y leyendas.
—Es apasionante —confesó Niara—. Tenéis tantas
historias, como la leyenda que ocultaban los fuegos fatuos, la verdad del
norte, tu lucha por darle a la mujer la oportunidad de formar parte de los
escuderos o lo que hizo Brianne porque en los cazadores también pudieran entrar
mujeres.
—Aún estamos descubriendo mucho más y exploramos
como era Isleen antes de que la magia fuera prohibida.
Mientras Niara y Aidíth hablaban, Kirsten las dejó
a solas y se dirigió hacia Kun. Le hizo un gesto en dirección a Xin y el Dra´hi se excusó con Hunter. Se dirigió
hacia su hermano y posó una mano sobre su hombro.
—Va siendo hora de sustituir los chupitos por el
café, Xin.
—¡Hermanos! —exclamó Xin, dando el último trago—.
Son un coñazo, pero que te voy a contar que no sepas.
Travis sonrió y se despidió de los Dra´hi, que se
marcharon a la cocina. Él no tardó mucho en retirarse; fue a la habitación que
compartía con Jay y le agradó ver que su hermano dormía plácidamente.
Aidíth y Hunter habían seguido los mismos pasos
que Travis al retirarse a sus estancias, mientras que Niara y Kirsten esperaban
en la cocina, junto a los Dra´hi. Kun estaba junto a la cafetera y Xin sentado
frente a la encimera, con la cabeza oculta en sus brazos.
—Id a dormir, yo me ocuparé toda la noche de él.
—Hmm… no había pensado que pasaría la noche junto
a Niara, pero bueno, ya la haremos pagar a este por ello —gruñó Kirsten mirando
a Xin.
Kun la rodeó por la cintura, la atrajo hacia él y
la besó.
—Ya se lo haremos pagar.
Tras despedirse, las chicas fueron a la habitación
de Kirsten. Una vez se pusieron los pijamas, se metieron en la cama, donde
Niara siguió hablando sobre la impresión que le había causado Aidíth.
—Me ha gustado mucho conocer su historia, ver
cuánto había luchado y su afán por hacer realidad su sueño. Nunca me ha gustado
ser una Dama de Flor de Loto, pero me resigné y me comporté como tal, incluso
mucho después de que la guerra con Juraknar terminase, pero si algo bueno trajo
la lucha contra Shia es que me hizo romper con mi pasado, con mi antigua yo.
—Lo sé, Nadine está muy contenta con tus
entrenamientos y sé que tú también.
Niara sonrió, se giró y quedó frente a Kirsten.
—A pesar de mi magia siempre ha habido una parte de
mí que se sentía vulnerable, al fin y al cabo nuestro poder depende de nuestra
concentración, condición física y ejerce mucha presión. Pero ahora soy
diferente.
—Además de manejar el elemento de la tierra, eres
una guerrera.
—¡Sí! —exclamó Niara—. Y es agradable conocer a
otras guerreras de otros lugares, de conocer sus vidas, mucho más difíciles que
lo fueron la mía y como se levantaban una y otra vez a pesar de sus caídas.
Kirsten coincidió con Niara. Era realmente
admirable y coincidía con sus amigos y estos encuentros eran muy agradables,
pues aprendían mucho los unos de los otros.
En otra habitación, Hunter y Aidíth se brindaban
con besos y caricias en una acogedora habitación, pero Hunter se dio cuenta de
que su mujer no estaba del todo entregada. Estaban abrazados, el uno frente al
otro, sin nada de ropa que pudiera impedir que sus cuerpos se acariciasen, se
amasen, pero Hunter se inclinó y Aidíth acabó tumbada con él encima.
—¿Estás bien?
—Hay algo que no te he contado —confesó Aidíth.
Hunter sabía muy bien lo que la perturbaba, el
encuentro que tuvo con la bestia con aspecto de su hermano antes de su partida.
—Travis me lo contó y también sus palabras, todo
cuanto te dijo y no quiero que te afecte. Acabaremos con esas cosas y no
dejaremos que jueguen con nuestras mentes de esa manera.
Aidíth asintió y se deleitó en las caricias de su
marido, en sus besos, que fueron descendió hasta su vientre.
—Y si…y si tiene razón y solo podemos ser nosotros
dos.
Hunter no se sintió perturbar por sus palabras. La
brindó de besos y caricias, ascendiendo poco a poco; por su vientre, sus pechos
y garganta hasta atrapar de nuevo sus labios.
—Te quiero Aidíth y si solo podemos ser nosotros
dos, no me importa. Soy feliz a tu lado, con o sin hijos, solo contigo.
La escudera respiró aliviada y se entregó a su
amante.